Mi llegada.

-Lo tiene-contesté simplemente, con una media sonrisa misteriosa.

-Forma parte del secreto de profesión de ser el diablo-le dije con una sonrisa.

-Soy Lucifer, ¿qué opinión crees que me merecen los lugares santos?-pregunté con ironía.

Me encogí de hombros sin expresión alguna en el rostro.

Me aparté aún más de la catedral y me senté en un banco de piedra fuera de ella.

No pude más que soltar una carcajada.
-¿Tú que crees teniendo millones de siervos? Soy el demonio...

-Sí, pero no me refería a eso. Si tantos demonios hay, creo que será porque he matado a bastante gente, ¿no crees? Y algunos vienen sin que les mate yo, así que imagínate....pero sí, he matado a bastantes. Aunque últimamente no intervengo mucho y mando a alguien-contesté como si fuera algo natural.

-Pues sí, lo es. Tanto como para vosotros beber sangre-contesté.

Sonreí a medias y caminé por allí despreocupadamente.
-¿Tienes alguna pregunta más?-inquirí.

Le mire y sonrei.
-¿Puedo ir al territorio de los demonios a hacerte una visita?.-le pregunte riendome.

-¿Quieres visitar a Lucifer?-solté una carcajada seca-Creo que eres la primera persona que dice eso. Mis demonios te matarán si te ven por allí, a menos que yo les ordene lo contrario. ¿Por qué debería dejar que entrases en mi territorio?

Hice como que pensaba divertida.
-Mm, por que soy muy simpática.-le dije sonriente.-y no se por que no es tan mala que de vez en cuando alguien te visite, ademas me caes bien.-dije alegre.-

-¿Te caigo bien? Debería ser al revés, ¿no crees? Tú deberías caerme bien a mí, después de todo, soy el diablo. Mucha gente de la que mato a diario tiene lo que los humanos consideran un punto alegre, aunque algunos sean criminales, y no por eso les dejo con vida, ¿qué te hace pensar que haría una excepción contigo?-espeté con una media sonrisa.

Le mire divertida.
-Oh venga en el fondo e tendre que caer bien ¿no?.-le dije riendome.-

-Ni siquiera sabes si te caigo bien o no, puesto que esta no es mi forma verdadera, si te la mostrase tu cuerpo se paralizaría de pánico al instante, y entonces se te quitarían las ganas de estar conmigo.-comenté.

Cruce los brazos.
-Escusas.-le dije mirandole a los ojos.

-¿Quieres probar?-invité extendiendo una mano, cuestionándola con la mirada.