Entregando una espada.

Sonreí para mis adentros cuando empezó a hacer justo lo que me imaginaba. Me desplomé sin contestarle apareciendo de nuevo en el otro sofá.
-Sabía perfectamente lo que te proponóa, dejame decirte que llevo muchos años estudiandote, tu forma de ser de conformarte, de hacer sufrir a los demas con tan solo respirales encima o mirarle a los ojos.-le dije.-Y por eso mismo antes de mirarte a los ojos he creado una especie de barrera entre mi campo de visión y el tuyo, ¿sorprendente no crees?-le dije.-quizas soy mas lista de lo que tu te piensas.-le dije al fin serena y firme.

Sonreí a medias y simplemente desaparecí. Aparecí de nuevo sentado junto a ella y atravesé su cuerpo con una simple espada, que no la mataría, pero le causaría un agudo dolor y algo de gravedad.
-Sí, sorprendente, pero has olvidado que yo, conozco a TODOS mis demonios, sin excepción. Por mucha barrera que utilices, mis ojos ven lo que quiero que vean, y para saberlo todo de ti, me bastó con el contacto en la calle mi joven Stilah. Eres tú la que tiene mucho que aprender de los demonios poderosos, y por cierto, nunca trates de engañar al diablo...ya ves que sale mal. Confiaba en no tener que hacer esto, pero tú con tu cabezonería me has obligado, ¿comprendes? No intentes demostrarme nada ahora, debes demostrármelo cuando yo te requiera. Has comentado que llevas muchos años estudiándome...creo que han sido en vano...¿no te parece? El hecho de tener una espada atravesada en el estómago no me dice lo contrario.-contesté. Retiré la espada de un tirón y la lancé sin demasiado interés contra el suelo.-Necesitas que te curen esa herida, yo puedo hacerlo, pero antes dime, ¿has aprendido la lección?

Ahogué un grito de dolor y torne la cara en una muca de rabia contenida. Le agarre de la camisa fuertemente acercandolo hacía mí.
-Estas vez te has pasado...Sí reconozco que he aprendido la lección, pero te diré algo estos años no han sido en vano, Lucifer.-le dije antes de soltarle y desmayarme.

Puse los ojos en blanco con un suspiro y la llevé hasta el otro sofá. Utilicé el fuego natural para restañar la herida después de limpiarla y provoqué que despertara con un ligero olor a azufre sobre su nariz.
-Stilah pequeña, ¿por qué me tienes tanta rabia? No soy cruel...no lo sería si no me dieses motivos para ello...¿acaso hay alguien a mi servicio que fue importante para ti en vida?-pregunté casi con amabilidad, con el mismo tono de siempre recuperado.

Tosí sin poder evitarlo ante aquel olor tan apestoso. Me lleve las manos a la herida y ví que ya no estaba.
-Sabes perfectamente a que se debe mi rabia asique no se por que preguntas...-le dije mientras me levantaba con dificultad y me volvía sentar apartandome de él.

-¿Es por tu venganza? ¿Quién te lo impide?-pregunté mirándola.

-No tengo ganas de hablar de eso...-le dije secamente.

-Entonces no es culpa mía, no tienes nada contra mí, ¿por qué descargas tu ira con la persona equivocada? Podría haberte dejado morir, tengo millones y millones de demonios a mi servicio, pero no lo he hecho....Si eres leal, significa que confías en tu señor. Me has prometido tu lealtad al darte el cargo...así que, cuéntame, qué gran problema existe entre tú y tu venganza. Soy Lucifer, habrá algo que pueda hacer, estoy más que seguro...-comenté significativamente, mirándola con un suspiro de paciencia.

Le mire primero sería y despues baje la cabeza.
-La verdad no lo se, hay momentos en los que pienso que todo esto es una estupidez y ue vengarme tan solo a hacer que yo cada vez busque mas y mas matarlos...-le dije acabando casi en un susurro.

-Stilah, eres un demonio, es tu naturaleza buscar tu propio beneficio. Ahora mismo tu beneficio se basa en vengarte...¿comprendes? Claro que si les tuviese delante no dudaría un segundo en convertirles en polvo si así lo desearas. Los humanos resultan tan insignificantes y fáciles de matar que no resulta divertido, tan sólo necesario, ya sabes...lo normal. Ni siquiera tendrías que usar tu espada, bastaría con susurrar a su oído las palabras adecuadas y persuadirles de que la vida no puede ofrecerles nada más...-le dije en un tono de voz bajo, sin dejar de mirarla a los ojos.-Pero pequeña, a pesar de lo satisfactorio que resulta, debo discrepar de tus deseos. No es estrictamente necesario, y aunque prometí dejarte libertad por tus propias preocupaciones, no harían sino molestar. Si les matas, acabarán siendo demonios como tú, y tendrán tus mismas ventajas, y entonces, tendré que poner orden yo. Optaría por la venganza fría querida...busca algo más satisfactorio.

Sonreí y alce la vista para mirarlo.
-llevo bastante tiempo pensando en un cambio de plan, ¿sabes?. Algo como tu dices mas satisfactorio, me gusta mas la diversión y sí tambien he pensado en lo que causaría si los matase y por eso me he hechado atras.-le dije.

-¿Y si te dijese que puedo...digamos echarte una mano con esa venganza fría?-propuse alzando una ceja con una sonrisa.

Sonreí.
-Pues aunue me cueste reconocerlo...Te estaría muy agradecida.-

-Observa-hice aparecer una bola de fuego que trajo consigo una pistola intacta.-Tengo bastantes contactos y casualidad un demonio pasaba por allí. La dejarás en la comisaría de policía, es un prueba muy valiosa. Tras tu asesinato, les encerrarán de por vida, y podrás ir cuando quieras a susurrarles al oído sus peores pesadillas. Atormentarles durante el resto de su corta vida me parece un buen método. Además, cuando mueran, estaré yo esperándoles. ¿Qué me dices?-le informé mirando a sus ojos.-Dime, ¿aún te parezco cruel? Dejé caer la pistola con suavidad sobre la mesa, sin tocarla.

Mire la pistola fijamente cuando la dejo sobr la mesa, scuhando cada coaque dijo, analizandolo todo al mismo tiempo.
-La verdad es que es ua tentación para mi poder hacer esto...-le dije.

-Soy el diablo, mi especialidad son las tentaciones, la diferencia es que aunque la aceptes, tú ya no tienes nada que perder.-comenté mirando ambos puntos de vista.

-La verdad es que sí, no tengo nada que peder y creo que mi respuesta es bastante obvia...-le dije.

-La pistola es tuya, pero no la toques, recuerda. Por cierto, a cambio me gustaría recibir la respuesta de por qué me guardas tanto rencor. ¿Es el echo de ser quien soy? ¿O es por otra cosa?-pregunté.

Mostre una media sonrisa.
-Tú lo has dicho, la respuesta es a cambio por lo tanto aun no te tengo que responder. Aunque posiblemente la respuesta no te gustara...-le dije.

Solté una pequeña carcajada.
-Tranquila, estoy acostumbrado a oír cosas de mí. De acuerdo, si es a cambio, dímelo, y podrás llevártela-contesté con una media sonrisa, a la vez que la hacía desaparecer de nuevo.-No creo que tengas problemas en decirme qué te disgusta de mí, ¿verdad? Adelante, soy todo oídos.

-Me extraña que tú no lo hayas intuido aún...Creo que es algo bastante obvio.-le dije cruzandome de brazos.

-Ah...¿no será por el echo de que tú estés aquí, y tu abuelo allí, verdad?-comenté con cierta extrañeza.

-¿Qué?¿A que te refieres?-le pregunte sin enterder nada.

-Olvídalo, aclárame esa duda, ¿por qué me tienes tanta rabia?-dije agitando la mano sin darle importancia a lo anterior.

-Parece mentira que tratandose de tí no te hayas dado cuenta..-le dije algo incrédula.
-Ademas cuando te lo diga seguramnte engrandezcatu enorme ego, otra cosa que tambien me da rabia, pero creo que ya o tengo nada que perder.-